lunes, 17 de marzo de 2008

Quemá esos libros

Un amigo me muestra un dispositivo al que llama e-book. Me dice que es una biblioteca virtual que en poco tiempo más alojará cientos de libros en el ciberespacio. Leo en El País de Madrid (lo leo en su edición digital) un espléndido informe que es nota de tapa de Babelia. Se dice allí que existen en el mercado, ya, varios dispositivos en los que convergen internet, la telefonía, el MP3 y el GPS. Y los libros, claro. Animal crecido en la jungla del papel, me consuelo las grandes quemas de libros ocurridas en las últimas décadas: en la plaza de la Opera de Berlín durante el nazismo (“en la Edad Media me habrían quemado a mí”, se resignaba Freud), el saqueo del Museo Arquelógico de Bagdad durante la invasión norteamericana a Irak y la incineración de la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina en Sarajevo. Se quemaron libros en casi todas las épocas, claro, se escribieron índices de libros prohibidos y aun los intelectuales y pensadores demostraron que esa forma de la ignorancia no proviene sólo del fanatismo religioso y la opresión ideológica. Descartes pidió a sus alumnos que destruyeran los volúmenes anteriores a su Discurso del método, David Hume abogó por la quema de los manuales de metafísica, los futuristas de comienzo de siglo pasado propusieron sin más la extinción de las bibliotecas y Vladimir Nabokov, en un gesto de provocación intelectual e incorrección poética, quemó un ejemplar de El Quijote ante seiscientos alumnos durante una de sus clases en el Memorial Hall, en Massachusetts. Es el mismo Borges quien nos brinda algún consuelo poético cuando en La biblioteca de Babel cuenta que algunos hombres vislumbraron que lo primordial era eliminar obras inútiles y se entregaron a desaparecer esos volúmenes. Sin embargo, escribe Borges, no han podido percibir que “la biblioteca es tan enorme que cualquier reducción de origen humano es infinitesimal”. La memoria es más larga que cualquier forma de la ceguera. Y más, claro está, en tiempos del gran archivo digital.

2 comentarios:

bonito lunch dijo...

y no nos olvidemos de nuestros milicos hijos de puta incendiarios.

Anónimo dijo...

Me da escalofríos de sólo pensar que estas cosas ocurrieron y que tantas obras se quemaron y se perdieron en el fuego.
No sólo eso, muchos se perdieron de encontrarlas...jamás se tira un libro, si gusta se lo atesora y presta y subraya...si no, se lo regala, deja en el banco de la plaza o se dona a bibliotecas donde encontrará seguro un lector al que gustarle.
Ah! y sigo sin entender el concepto de e-book...no entienden que no es un book???? yo al libro lo asocio con el papel, al color y a la textura de éste...lo mismo que al diario...aunque me valga de las versiones digitales de muchos durante la semana.