martes, 25 de marzo de 2008

Papiros digitales

En un diario del fin de semana, no recuerdo cuál, se menciona un viejo tema que desde siempre inquieta a quienes producen textos: el precipicio de la página en blanco. Leo con interés, porque la sola idea de actualizar este blog diariamente me enfrenta a esa sensación de vacío, parado frente al abismo, sin nada que decir que valga verdaderamente la pena. En estas tres primeras semanas, las pequeñas observaciones acerca de hechos puramente periodísticos han convivido, no sé si naturalmente, con registros aún más pequeños de la vida personal. Durante estos días, compartí un momento de lectura con uno de mis hijos (yo con Sale el espectro de Philip Roth, él con su Harry Potter), lo registré en un par de fotografías domésticas y pensé en contar ese momento de maravilla. Me detuve entonces en las trampas del narcisismo o la vanidad, que tan a menudo nos hacen compartir con los lectores episodios cuya luminosidad fulgura en la intimidad del hogar, para apagarse apenas toma contacto con el mundo exterior. La blogósfera abunda en bitácoras personales, producto de una suerte de big bang que en poco tiempo dispersó millares de pequeños planetas en esta extraña galaxia. Muchas veces sorprende al lector (o al navegante, para decirlo de modo más riguroso) la hojarasca de una vida sin interés para el prójimo o el polvo del exhibicionismo personal. Pero también la literatura va encontrando su lugar en esa galaxia, sobre toda la obra oculta de escritores cuyos textos difícilmente hubiera descubierto la maquinaria de las editoriales, con sus esquemas de negocio tan poco dados a la exploración de nuevos autores. (Orsai, el blog de Hernán Casciari alojado en el segmento de Narrativas, es un ejemplo afortunado de producción de relatos.) Me dicen que acaso el Diario de un editor debiera dar cuenta de otros episodios de la vida de los medios, como parece prometerlo desde su título. Es probable que la sobrepromesa frustre a algunos. Pero, en todo caso, quiero entender este espacio del mismo modo en que vislumbré el periodismo hace treinta años, cuando me acerqué a la profesión: una excusa, apenas, para tomar contacto con otros mundos distintos del mío. Cuando era niño soñaba con ser director de orquesta, fascinado con la posibilidad de armonizar decenas de voces en busca del maravilloso sonido de una voz colectiva. Quizá la construcción de un blog tenga algo de ese milagro de la creación artística (con sus hipertextos y sus enlaces recomendados, con sus videos y fotografías, con sus músicas y sus redes sociales) aunque sea menor su ambición y aunque estas anotaciones de un viajero lo vuelvan fugaz e irremediablemente olvidable. Sin embargo, los arqueólogos de otro tiempo encontrarán en estos planetas minúsculos las piezas de una rara cartografía para comprender el pasado. Será tarea de esos navegantes del tiempo separar la paja del trigo, y leer con astucia los papiros digitales en los que los hombres, ahora, inscriben su historia.

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