miércoles, 5 de marzo de 2008

Detener el tiempo

En medio del ajetreo cotidiano hay un lugar para la memoria. Los editores de Rolling Stone preparan un número especial con el que en dos semanas celebrarán los diez años de la publicación en la Argentina. Revisan textos, imágenes y piezas de diseño, y entonces comienza a exhumarse ese monumental edificio pop en cuyas paredes los mejores artistas de este país inscribieron su nombre. Espío por sobre el hombro de Inés Auquer, la encargada de parte de esa tarea arquelógica, quien a esta hora busca las fotografías idiosincráticas que durante una década contribuyeron a conformar un estilo. Es una tarea apasionante. El archivo de Rolling Stone es un artefacto pop en sí mismo, y quienes en algún momento del próximo siglo procuren entender nuestra época deberán acudir a él. Todo comenzó en abril de 1998, cuando David Sisso llegó a la redacción en las oficinas de La Urraca, donde Andrés Casioli editaba Humor. Fue en un abrir y cerar de ojos: con manos de prestidigitador, David consiguió que la imagen de Mario Pergolini como El Guasón cobrara una potencia fenomenal en la portada del número 2. Con los años fui aprendiendo el truco: se trata de echar una mirada nueva sobre los personajes, de olvidarse por un segundo de la realidad. “Es que la realidad no existe”, me provocaba Sisso, y tenía razón: lo que importa es la verdad. Desde entonces, el ojo de Rolling Stone ha sido uno de los más poderosos lectores de la cultura popular de nuestro país. Su colección de imágenes se ha vuelto icónica, y artistas habitualmente renuentes a someterse a horas de trabajo en un estudio esperan ser convocados con ansiedad para treparse a ese podio de la cultura pop que es la portada. Por suerte, nada ha cambiado. Cuando David Sisso dejó su escritorio, y se llevó con él su imaginación prepotente y su afiebrada creatividad, lo reemplazó Fernando Gutiérrez, un fotógrafo rigurosísimo y de raro lirismo cuyos mejores trabajos pertenecían hasta entonces al mundo del periodismo documental. En estos últimos años, Fernando ha demostrado una sensibilidad poco frecuente que le ha permitido desdoblarse entre la fotografía de alto compromiso social y la construcción del más ambicioso artificio fotográfico. Hace muchos años me interesé en averiguar qué es la fotografía. La respuesta a ese interrogante está alojada en bibliotecas enteras en la que se amontonan ensayos de Susan Sontag y otros pensadores del siglo pasado, pero en el fondo la respuesta es una sola: es nuestro vano intento por detener el tiempo y preservar la memoria; es el deseo incloncluso de retener el pasado, que al esfumarse de modo irremediable nos vuelve tan vulnerables, tan frágiles, tan humanos.

3 comentarios:

Matías Sapegno dijo...

Víctor, leo tu blog y me hubiera gustado laburar en más de un lugar en los que trabajaste, y me permito disentir con algunos aspectos de este post:
"El archivo de Rolling Stone es un artefacto pop en sí mismo, y quienes en algún momento del próximo siglo procuren entender nuestra época deberán acudir a él"

"el ojo de Rolling Stone ha sido uno de los más poderosos lectores de la cultura popular de nuestro país"

Totalmente en desacuerdo. Fui de los que compraron ansiosos y casi excitados las primeras ediciones argentinas, y al tiempo me fui desencantando. RS es una gran máquina comercial, publicitaria, marketinera, orientada a jóvenes porteños con alto poder adquisitivo. Claro que tiene su derecho a ser así, pero de ahí a considerarla útil para entender una época o un poderoso lector de la cultura popular argentina me parece que hay un trecho. Saludos y felicitaciones por el blog.

Victor Hugo Ghitta dijo...

Matías, bienvenida la disidencia. Creo que ambos tenemos algo de razón. Para mantenernos en el territorio rocker, pensemos en bandas como los Rolling Stones, por mencionar un caso vigente. Hasta el más ingenuo de sus fans puede intuir los golpes de efecto marketineros o la voluntad comercial que renueva cada gira, y sin embargo nada desplazará a la banda del mapa esencial de la música popular de la segunda mitad del siglo XX. Todos sabemos de qué modo la industria del entretenimiento y el desarrollo del marketing estratégico han ido estableciendo escenarios nuevos de producción y consumo cultural. Rolling Stone, a mi entender, es expresión de su época en un sentido amplio, y es posible que pague precios que resultarían excesivos a quienes fundaron la publicación en 1967. (En los Estados Unidos, Jann S. Wenner es aún su pubisher, cuarenta años después de haber soñado con una revista iconoclasta de cultura pop en un sótano de San Francisco. Quizá ese dato también contribuya a entender una época, sus desplazamientos.) Creo, sin embargo, que en medio de una época ferozmente atravesada por el marketing y la publicidad, Rolling Stone se las ingenia para sostener el mejor periodismo narrativo que se hace en América latina, y para interpretar a los personajes de su universo con una riqueza visual poco frecuente. ¿The dream is over? Y, es difícil soñar en este mundo. Gracias por estar ahí, con los ojos bien abiertos y los oídos en estado de alerta.

Matías Sapegno dijo...

De nada, y pregunto, ¿qué se estará soñando hoy en los sótanos de San Francisco?