lunes, 3 de marzo de 2008

Locos por los diarios

Es madrugada cuando decido terminar de revisar los diarios del domingo, tan voluminosos todos que nunca hay tiempo suficiente de agotarlos. Hojeo nuevamente Perfil, y con asombro leo este título al pie de una foto de Jorga Lanata en la redacción aún vacía de Crítica: Locos por los diarios. Haber pasado por alto esa pieza publicada en la contratapa es una mala jugada del azar. De modo que de madrugada, cuando los periódicos del nuevo día ya están listos para ser leídos, me detengo en la bienvenida que Jorge Fontevecchia le regala no sólo a su colega, sino a su ex columnista político y ahora flamante competidor. El texto es noble y cariñoso, y concluye así: "Mis respetos a esta incontinencia creativa, a que la locura -para Freud los creativos pueden sacar utilidad de su neurosis- se sublime en un diario y no, como tantas otras veces, en hacer de su talento dinero, y a que su pecado de ambición desmedida sea convertirse en papel todos los días". Lanata agradeció ese gesto en la segunda edición de Crítica, y ese intercambio me recordó una vieja práctica de un deporte tan noble como el rugby, en el que después de someterse a verdaderas batallas épicas de enorme riesgo físico los contendientes comparten un tercer tiempo de camaradería como si nada hubiese sucedido: o mejor, como si hubiese sucedido el amor compartido por ese deporte y la dicha de celebrarlo juntos. Fontevecchia lo explica bien en su saludo de bienvenida: "Enamoramiento, como decía Lacan: una forma de la locura. No se podría explicar si no que el periodista más famoso, más creíble y más reconocido de la Argentina se aleje de los medios electrónicos e hipoteque sus horas, su prestigio y su patrimonio material e intelectual en un proyecto que sabe que no le va a dar nada a cambio, más -lo que no es poco- que la satisfacción de hacerlo". Se me ocurre entonces que ese respeto mutuo de dos hombres que se disponen ya a pelear por una primicia merece ser una rara forma de la caballerosidad y de la hombría. Acaso sea cierto.

3 comentarios:

bonito lunch dijo...

me pasa igual que con los libros, no puedo terminar de leerlos y me pone mal-
lanata y fonte que yunta rara...

Unknown dijo...

Hablando de locuras y de diarios, me gustaría saber si pensás que alguno de los medios para los que trabajás hubiera puesto la palabra "petera" en un título de tapa, tal como hizo Clarín hace dos fines de semana con una nota que no estaba firmada. No es que me asuste esa palabra -ni ninguna otra-, pero la nota en sí me dejó tildada y una de las cosas que pensé es la incidencia que el uso mediático de estos términos como si fueran simpáticos, inofensivos, zarpados pero cotidianos, pudo haber tenido en que los valores de los pibes estén tan bajos.
Seguro que no se llega a este estado de cosas nada más que por una cuestión de vocabulario. Pero seguro que pibes tan jóvenes no pueden haber creado ellos solos semejante desmadre. Me parece que lo que hacen estos chicos está reflejando algo de la generación de nosotros, y ese algo debe de tener que ver con como nos expresamos, porque eso a su vez habla de como pensamos.
Como sea, supongo que un título así tiene que haber generado alguna clase de debate antes de que se lo aprobara tal como salió.

Victor Hugo Ghitta dijo...

Los usos del lenguaje, un gran tema para los editores. En estos días, trabajando sobre el número 1 de oh! la la, la revista femenina que lanzaremos en abril, discutíamos sobre el modo en que una publicación debe registrar la voz de la calle. Todo medio es una construcción, aun cuando su propósito sea pretendidamente realista. El lenguaje es construcción. El relato lo es también. No es imprescindible acudir a las voces de la calle, no es ése el modo de documentar la vida real. Existen además el pudor y el buen gusto. Quizá Rolling Stone, para mirar las publicaciones en las que estoy de un modo u otro involucrado, apele con más autoridad (y de modo más genuino, también) a términos que en otro contexto editorial ofenderían al lector, aun al lector más flexible. Pero en Rolling Stone ese uso del lenguaje no es artificio, sino verdad.