miércoles, 23 de julio de 2008

Amistad

El domingo celebramos en casa el día del amigo. La celebración consistió en la repetición de un rito más o menos frecuente, sólo que esta vez levantamos las copas con alguna ligera formalidad (estamos grandes) para sellar el afecto que nos une. No fue ninguno de mis amigos, por la sencilla razón de que he ido perdiendo esas amistades en el curso de los años por razones que nunca comprendo del todo. He tenido amigos entrañables, he llorado en sus hombros distintas formas de la desdicha, les he confiado a ellos mis sentimientos más perversos, hemos viajado juntos y hemos compartido un ambiente miserable cuando alguno de nosotros terminó de patitas en la calle después de una separación (un ambiente cargado de whiskey, humo de cigarro y un dolor lacerante después del abandono). Y sin embargo en todos los casos el tiempo se encargó de distanciarnos. Mis padres (una curiosidad freudiana) no tuvieron amigos. Mi madre vivió durante toda su vida sospechando de los demás, estableciendo distancias, sin poder entregarse jamás a una amiga con ese abandono dulzón que –lo sabemos– no entraña riesgos. En el velatorio de mi padre no hubo nadie que hubiera disfrutado de su amistad, apenas un par de compañeros de trabajo con quienes compartió esos diálogos amables y leves que hacen a la camaradería, pero carecen de hondura y complicidad. He pensado mucho, aunque sin suerte, en los porqué de estas amistades fugaces que a veces duran años, pero luego irremediablemente se diluyen en el olvido. Mantengo con casi todos ellos algún contacto ocasional. El domingo le envié un mensaje de texto a mi amigo Rubén, con quien compartí un buen rato de la vida hace algunos años, un tiempo de grandes ocios en que hicimos juntos una revista en aquellos ratos libres que nos dejaban el tenis, los interminables almuerzos al sol en las terrazas de Buenos Aires, la charla cotidiana sobre nimiedades y eventuales devaneos filosóficos. Eran sólo dos líneas: Feliz día, por los buenos viejos tiempos y por los días por venir. Su respuesta es un guiño a una pasión compartida por lo brasileño: Irmao, saudade nao ten fin. Um abraco. Creí leer en esa entrelínea (en ese pudor masculino, en ese recato de los sentimientos) una esperanza parecida a la mía: la esperanza de que algún día nos reencontremos para abandonarnos a una conversación que no debió acallarse nunca, y que acaso jamás se haya interrumpido, si es cierto que la amistad –como lo quería Aristóteles– está hecha de un alma que vive en dos cuerpos. Ni siquiera el tiempo es capaz de destruir esas lealtades.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Anímense a retomar esa amistad!nunca es tarde, no? Para mí los amigos son indispensables en el camino de la vida. Saludos

Daniela Roitstein dijo...

cuántas "perlitas" en esta entrada... encuentro el blog exquisitamente masculino (y bueno, tanto se ha hablado de "literatura femenina" que me atrevo a decir que éste, si los hay, es de corte netamente varonil). Delicioso.
Comparto muchas de las reflexiones contigo y me siento ya hermanada.
Volveré a visitar!
Um beijao

Eugenia dijo...

saudade nao tem fim me parce casi una frase de amor

Ana Clara dijo...

¿Leiste el cuento "Autopista del Sur" de Julio Cortázar?

A mi me pasa lo mismo: las amistades suelen ser más efímeras de lo que yo quisiera. El día del amigo dejé plantadas a mis amigas que me esperaban con cena y regalos por una entrevista.

Esa entrevista no solo dio como resultado la nota que yo necesitaba. También fue el inicio de una amistad. Todavía estoy rezando para que dure mucho mucho.

Saludos!

Anónimo dijo...

Querido Dicky, te busqué y te encontré, es cierto que nuestras charlas nunca cesaron, sólo dejaron de sonar, me gusta volver a "oir tus palabras", sonrío al reconocer al amigo del alma que nunca paré de querer. Estoy lejos en cuanto a la geografía se refiere, busco tu mail pero mi pericia informática deja bastante que desear...para vergüenza de mi hijo Ingeniero Informático...
Extiendo mi mano a ver si te toco y me tocas, mi mail es: susachetti@hotmail.com
Esperaré más palabras tuyas
Susana